RECUPERACIÓN
DEL MONTE DE SAN MARCOS Y DE LOS USOS FORESTALES DE NALDA.
Las áreas de montaña de La Rioja, que suponen el 50% de la
extensión de la Comunidad Autónoma, vienen sufriendo un proceso de pérdida de
población y de desaparición de las actividades económicas tradicionales desde
hace un siglo. Este hecho ha acarreado una modificación profunda de los usos
del espacio agrario y una desaparición de las actividades agrícolas que venían
llevándose a cabo en él como es el caso de la ganadería. Las consecuencias más
visibles de estos cambios en cuanto a la morfología espacial, han sido el incremento
de las superficies boscosas y la puesta en marcha de procesos de
matorralización, que han afectado sobre todo en las áreas que, en el sistema
productivo tradicional, estaban destinadas a campos de cultivo. En algunas
áreas, especialmente en el sector oriental de la Sierra riojana, estos campos
de cultivo estaban ubicados en terrazas o bancales, construidos en piedra, cuya
configuración se remonta hasta la Alta Edad Media.
Las dinámicas de sucesión vegetal, que tienen lugar tras el
abandono de los campos de cultivo, han sido descritas por diferentes autores
(Lasanta, 1995, 2000, 2006, García-Ruiz, 2000, Arnáez Vadillo, 1990, Palacios
Cuesta, 2009…) y su evolución atiende a una secuencia precisa y lógica. Durante
los primeros años del abandono, las parcelas que habían sido de cultivo, se
cubren de un estrato herbáceo; posteriormente, se inicia un proceso de
matorralización, que en zonas calizas está dominado por aulagas (Genista
scorpius), y en áreas de suelos ácidos por jaras (Cistus Laurifolius). La cubierta
de matorral suele prolongarse por espacio de 30/50 años, dependiendo de las
condiciones de altitud, exposición solar, humedad,,, etc.; a partir de ese
tiempo, comienza un proceso de recuperación del arbolado, que va cubriendo
todas las parcelas, y que, durante un tiempo, convive con el matorral.
Los procesos de matorralización y bosquización, en marcha desde
hace más de sesenta años, están suponiendo una disminución de las superficies
pastables y un embastecimiento del pasto, consecuencias ambas de los
mencionados procesos de sucesión vegetal. A fin de hacer frente a esta
situación, desde la Administración Regional se vienen aplicando acciones
destinadas a propiciar la realización de desbroces, la mayoría de los cuales
tienen lugar en zonas que anteriormente habían sido tierras de cultivo. Este
sistema de desbroces obliga a repasar periódicamente las zonas desbrozadas a
fin de frenar el desarrollo de los brotes del matorral, con lo que ello supone
en cuanto a los gastos que esta actividad conlleva. Así mismo, es necesario
hacer constar la dificultad en la renovación y rejuvenecimiento de los
ganaderos; la explicación de este hecho, se debe no solo a factores de
rentabilidad económica, a pesar de las subvenciones de fondos públicos, sino
también a las dificultades en el desempeño de esta actividad. Los problemas
derivados de la localización del ganado, la desaparición de caminos y
abrevaderos o las dificultades en los accesos, son, entre otras, las razones
que explican este hecho.
Hoy en día en Nalda, existen grandes zonas de monte en los cuales
los usos agrarios han disminuido con respecto a la zona de la vega. Subiendo
del valle del Iregua en altura (más de 600 metros) se van observando pinos,
viñas cultivadas en zonas altas para la producción de una variedad achampanada
y almendros. A medida que se asciende algo más, los frutales van apareciendo
también en las parcelas de uso agrario, así como los pastizales y los arbustos
de porte bajo como son el tomillo, los cardos, los espinos. También a esta
altitud (760 metros) se observan almendros y cerezos en parcelas cultivadas y
encinas y pinares en zonas de monte. Las parcelas que se observan en las
laderas del pueblo, más arriba de las huertas, son también de propiedad
privada, aunque tengan la apariencia de monte público (inclusive un pequeño
pinar y por supuesto, los almendros, cerezos)... Se observan también antiguos
usos como colmenares abandonados o parcelas cultivadas que ya no se cuidan
(algunas viñas...)
Entre las iniciativas en el ámbito del monte, se encuentra de la
recuperación de algunas zonas de monte, con el fin de recuperar usos
tradicionales, conseguir un rendimiento y recuperar los valores naturales del
entorno de las huertas, que no sólo se deben limitar a la vega, sino también a
las laderas de los alrededores, en las cuales los usos agrarios han sido
tradicionales durante décadas. Desde el Colletero se quieren impulsar nuevas
alternativas de producción para recuperar el monte y hacerlo productivo,
cultivos que necesiten poco mantenimiento. En este sentido, los hongos, setas,
micorrizas son alternativas a considerar, con los que se recuperaría humedad y
fertilidad de las tierras. En esta zona se dan los hongos Boletús, Oreja de
Judas, seta de chopo, robellones.
* Un aprovechamiento comunal que ha desaparecido: la leña.
Dado el clima tan frío en estas zonas de montaña se precisó de
grandes cantidades de leña para pasar el invierno. Para ello, existían varios
tipos de aprovechamientos comunales en la zona: leña de corta de hogares,
“desarraigadas” (por los vientos), “rodadas” (en cauces de los ríos). El
aprovechamiento de los montes de roble, pino o haya de calidad se hacían por
pública subasta y las modalidades eran: limpia, entresaca, matar rasca,
maderables y leñosas. Como Sorzano perteneció a Nalda los Naldenses iban al
monte de Moncalvillo a por leña.
Las leñas salvo la del pino se cortaban en los meses de la erre,
es decir de septiembre a abril.
La leña se ocupaba para cocinar y para dar calor en las casas.
Eran las mujeres las que cocinaban en la casa, así una de ellas Raquel Ramírez
explica las diferentes modalidades de cocinas existentes que funcionaban con
leña. “La cocina económica se enciende con leña y tiene un depósito de agua
caliente, encima una chapa y un horno”. Tener la leña lista para quemar
implicaba mucho esfuerzo y horas de trabajo por lo que la llegada del butano se
siente como un buen adelanto que facilitó el trabajo tanto de hombres como de
las mujeres. Hoy en día en cambio, se observa un regreso hacia los usos
tradicionales de la leña como combustible para calentar los hogares, lograr
agua caliente y cocinar, debido a la sostenibilidad de su uso (se aprovecha un
subproducto del campo), a su precio y disponibilidad y al momento coyuntural de
crisis ideológica, energética y económica que vivimos.
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